lunes, noviembre 27, 2006

"Amenaza transgénica", sálvese quien pueda!...


Este post va para los amigos del obstinado y absurdo discurso antitecnológico. Nació tras una discusión entre amigos acerca del los polémicos alimentos transgénicos.

La biotecnología ha tenido un impresionante y acelerado avance en las últimas décadas, y no piensa detenerse. Probablemente sea el área de desarrollo tecnológico que tendrá, junto a las comunicaciones, mayor impacto en nuestro estilo de vida en el próximo siglo. La versatilidad que ofrece esta ciencia la provee de un enorme potencial para desarrollarse en muy diversos ámbitos: agrícolas, ganaderos, sanitarios e industriales en general; aunque hasta el momento ha sido la agricultura, sin duda, el sector de mayores aplicaciones para ésta.

Los alimentos transgénicos son un resultado obvio de la investigación biotecnológica. Para los que no hayan leído al respecto, se trata de alimentos modificados genéticamente (en general mediantre adición de genes) con el fin de obtener mejoras en sus cualidades nutricionales, mayor resistencia a insectos, parásitos y bacterias, mayor resistencia a pesticidas y a estresores ambientales como las heladas o las sequías, entre otras cosas, con mejoras en la productividad y calidad del producto.

Con su aparición numerosos grupos han comenzado a presentar una fuerte resistencia a la propagación de estos productos, muchas veces surgida del temor y de la ignorancia, bajo la premisa: “si no es natural no es bueno”. Existen excelentes argumentos para introducir estos alimentos con precaución y algo de suspicacia en la mesa y en el mercado mundial; sin embrago no son los más comunmente escuchados en el debate popular y no parecen ser los principales factores de “resistencia a los transgénicos” en el ciudadano común.

Un aspecto, muy concreto, de la “falacia naturalista” impone el juicio mencionado de que lo natural es sano y lo artificial insano, indebido o malo. Pero, ¿qué ocurre si generalizamos esta idea?

Todos los logros de la medicina occidental, corresponden a procedimientos técnicos humanos que tendríamos que denominar artificiales. La esperanza de vida humana ha aumentado globalmente en cerca de 25 años gracias a estos conocimientos sólo en el último siglo; destacando particularmente en este logro la “antinatural” aparición de los antibióticos en 1941. ¿Juzgaría alguien esto como negativo, malo o insano?.

La fabricación de ropajes con elementos sintéticos ha abaratado el costo de producción de ropa, mejorando su accesibilidad, y potenciado su calidad en cuanto a propiedades como la impermeabilidad y el abrigo. ¿Será necesariamente “mejor” vestirnos tan sólo con prendas de origen vegetal o animal?

La acumulación y distribución de energía, la tecnología de las comunicaciones y el transporte, entre otros cientos de invenciones humanas ¿son negativas o insanas por sí mismas?. ¿Es mejor o más “sano” caminar que desplazarse en avión, toda vez que el avión es artificial o antinatural?

¿Existe alguna diferencia para los alimentos?

Probablemente nuestras creencias religiosas, en particular de la tradición judeo-cristiana, son un factor que conciente o inconcientemente está implicado en la falacia naturalista: “no podemos tener la arrogancia de cambiar lo que Dios a creado” o “lo que dios nos ha regalado”. Una forma “suave” de lo anterior cambia el término Dios por naturaleza o vida. Pero ¿será arrogante intentar mejorar nuestras condiciones materiales de salud y vida, una vez más, con nuestro intelecto (que Dios, la naturaleza o la vida nos ha dado)?

Motivos para preocuparse y estar atentos al proceso de “transgenización” de nuestros alimentos no faltan: que genes que provean resistencia a pesticidas sean transmitidos a otras especies que buscamos eliminar con los pesticidas, con el peligro de un aumento final en la cantidad y tipo de pesticidas empleados; que otros genes con diversas propiedades pasen a otras especies vegetales además de la especie objetivo (“contaminación genética”); la reducción de la biodiversidad; la eventual aparición de antígenos alergénicos en alimentos que antes no los tenían, o el empleo de los transgénicos para provocar la dependencia comercial de los productores y el control de las multincionales sobre el mercado mundial, entre otras cosas, muchas posiblemente inesperadas.

La incorporación de cualquier tecnología biológica presenta riesgos potenciales, pero esto no quiere decir que dichos peligros sean insoslayables. Asumidos como desafíos, multiplicando los esfuerzos intelectuales y aplicando criterio probablemente podamos lograr fórmulas que permitan que el costo-beneficio sea satisfactorio para nuestra especie, en vez de tan sólo censurar todo intento de avance paralizados por el temor. Los antígenos alergénicos siempre han existido, quizás se puedan eliminar en alguna medida de los productos que ya los tienen ¿Por qué no?. La biodiversidad natural puede verse afectada, pero la biodiversidad que pueda surgir de nuestra técnica es potencialmente infinita ¿se ha quejado alguien de que la especie humana haya dejado de percibir mejoras adaptativas mediante la selección natural por culpa de la medicina?

El asunto crítico es, a mi juicio, el del buen criterio y “la conciencia social”. El último punto mencionado como potencial peligro (el control del mercado mediante los transgénicos) es sin duda el peor, y puede generalizarse: el empleo de la ciencia, que no es más que una herramienta, para fines egoístas no puede más que provocar sufrimiento y daño. Si pretendo aplicar la tecnología de los transgénicos para mejorar la productividad a costa de las propiedades nutricionales de un producto, sin un adecuedo cuidado por el daño que esto pueda provocar a otros, o la sustentabilidad económica y ecológica de la intervención, posiblemente lo logre. Y esto es, en términos éticos, claramente negativo e insano, como lo fue emplear los nuevos conocimientos físicos para la invención de la bomba atómica a principios del siglo pasado. Pero, una vez más, no es la tecnología en sí misma la “mala”, sino nuestro individualismo y egoismo. La amenaza somos nosotros mismos.

En palabras de Einstein “¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida mas fácil, nos aporta tan poca felicidad? La repuesta es esta: simplemente, porque aún no hemos aprendido a usarla con tino”.

lunes, octubre 23, 2006

¿Aborto v/s vida... y punto?


El motivo de este post es el insufrible debate respecto de la legitimación de la archifamosa “pastilla del día después”, versión “suave” de la controversia general sobre el aborto. Insufrible no porque sea un tema absurdo o sin importancia (todo lo contrario), sino por lo extremo y rígido de algunas posturas, habitualmente las conservadoras. No pretendo zanjar una cuestión tan espinuda y con múltiples aristas como es ésta con unas pocas palabras, sino compartir una reflexión respecto un detalle de la misma que podría valer la pena.

Se trata del discurso “pro-vida” de las posturas conservadoras. La posición puede enunciarse de diversas maneras, pero podría resumirse más o menos así: “estamos a favor de la vida”, significando la defensa de la vida como el valor fundamental, primero y de mayor importancia: “sin vida, nada de lo demás existe o importa”…apelando con esto a nuestro instinto de supervivencia, con lo que al sentido común no le queda más que aceptar la declaración como una verdad obvia; sobre todo si, por oposición, los partidarios de la legalización del aborto, son calificados como no-partidarios-de-la-vida o pro-muerte.

Es evidente que la defensa de nuestra vida (y por extensión de nuestra salud) y la de nuestros semejantes es una actitud positiva y saludable según un muy amplio consenso social, estando probablemente arraigada en lo más profundo de nuestras raíces filogenéticas, lo que explicaría el general anhelo de juventud (salud, vitalidad) y rechazo de las conductas autodestructivas como autolesiones, abuso de sustancias y suicidio, y heterodestructivas, entre otras cosas.

Sin embargo ¿es la defensa de la vida el valor humano más importante de todos?

En lo personal pienso que no.

Una de las características más relevantes que distinguen a la especie humana de las restantes, es su búsqueda permanente por significar la existencia de un modo superior al mero hecho de vivir. De buscar una intención y sentido en la vida que vaya más allá de lo estrictamente necesario para mantener nuestros funcionalismos biológicos. De encontrar un sentido trascendente en la vida.

Este sentido trascendente puede encontrarse en creencias que sitúan la existencia humana en un plano más amplio que el de esta vida, identificando la esencia humana con algo independiente de nuestro cuerpo mortal, algo que puede denominarse espíritu, alma o de muchas otras maneras, pero que sobrepasa los límites de la vida. También puede trascenderse a través de los demás en la acción constructiva colectiva, y en alguna medida en la creación artística: “Desaparezco, pero dejo algo indeleble de mí en el mundo; o siembro una semilla que germinará y se desarrollará en algo de lo que, de alguna manera, siempre seré parte”.

Si bien todos tienen el potencial, en alguna medida al menos, de desarrollar valores trascendentes sólo algunos conducen su vida con un “norte” trascendente. Particularmente los que se abandonan a sí mismos para servir a los demás, identificándose como parte de un todo más amplio que su propia individualidad (la humanidad), como una célula lo sería de un gran cuerpo, resultan ser los sujetos más inspiradores, constructivos y admirados de todos. Su impronta efectivamente trasciende a su vida, enseñándonos que existen valores más importantes que una vida o varias vidas por sí solas, valores sin los cuales la vida pierde su sentido, valores por los cuales bien valdría la pena dar la propia vida.

Durante la revolución de la “no violencia” conducida por Ghandi, cientos si es que no miles de hindúes fueron heridos y muertos en manifestaciones en las que actuaron premeditada y evidentemente indefensos, sólo para expresarse en contra de la restricción de sus libertades sin caer en la destructividad del opositor, cortando así el ciclo de la violencia. ¿Carece esto de sentido?
Similarmente el pueblo tibetano enfrentó la ocupación China prácticamente sin que sus ciudadanos se defendieran violentamente. Pese al alto costo de vidas humanas, preservaron sus valores religiosos de no violencia.
Muchos sujetos, aunque siempre los menos, a lo largo de la historia, han dado su vida por defender una nación (cuyo valor trascendente podría discutirse, pero que sin duda tenía un valor trascendente para ellos y su grupo de referencia), la libertad, la verdad y la igualdad, entre otros valores trascendentes. Cristo mismo, según los evangelios, dio su vida, aparentemente sobre aviso, para redimir a los humanos y salvarlos. Más allá de las creencias queda claro que su sacrificio constituye en sí mismo un mensaje muy potente: si mi posición es importante para el todo que constituye la humanidad, puede ser más importante que mi propia vida. Negar mi posición para salvar la vida es una paradoja, pues hace que mi vida pierda sentido, lo que según una perspectiva trascendente es peor que la muerte.

¿Que tiene todo esto que ver con el tema del aborto? Lo siguiente, valores como la libertad de acción y pensamiento, la “autonomía”, son esenciales para la dignidad humana. La vida humana tiene menos sentido al no poder ejercerlos. Muchos sujetos han fallecido intentando escapar de sistemas político-sociales que restringen estos valores en pos del control totalitario, convencidos de que esta opción era mejor que la de vivir en tal sistema. No somos animales; tenemos instinto de supervivencia, pero no es lo más elevado en nuestra jerarquía de valores. El discurso pro-vida impresiona y sobrecoge, pero se sirve de una altisonancia irreflexiva que no ayuda a comprender la complejidad del problema del aborto. Los defensores de la legalización del aborto no son activistas pro muerte, son activistas pro autonomía. Porque ¿Tenemos acaso derecho a obligar a una madre en potencia a proteger y cuidar la vida en potencia que en ella se gesta, sin hacernos cargo de las responsabilidades que de por vida esto implicará para ella?

No pretendo tener una respuesta absoluta para lo anterior; aunque me inclino por la autonomía, sin por ello despreciar la vida. No tendría en lo personal una actitud de fomento del aborto por motivos de control de natalidad u otros; pero un ser en gestación forma parte del cuerpo y responsabilidad presente y futura de su madre, y la decisión final debe ser de estas potenciales madres y sólo de ellas. No me siento con autoridad para obligarlas o juzgarlas.

martes, octubre 10, 2006

¿Un clavo saca a otro clavo...?


Terminar una relación de pareja puede ser una de las experiencias más difíciles en la vida. Por supuesto, lo anterior depende del grado de compromiso afectivo puesto en la relación, el tiempo transcurrido en ella, el mundo construido en común, los proyectos futuros y la propia estructura de personalidad del que vive la separación, entre otras cosas. Pero en todos los casos se trata de un quiebre que representa una pérdida, un duelo. Y los duelos "duelen".

Es entonces cuándo inevitablemente aparecen los "empáticos" amigos, para expresar su afecto, dar palabras de aliento, contener al afectado(a), decir cosas desatinadas y dar múltiples consejos, mejores y peores. Entre ellos destaco el clásico: "Un clavo saca a otro clavo", que se traduce como: "necesitas a otra(o) para olvidarte de esta(e)". Sobre este punto la controversia es máxima; opinión dividida en cualquier mesa; sólo basta pronunciar la frase para entablar un debate.

¿Y cuál es la solución?

Mi parecer es que la premisa no es falsa, sino comunmente mal entendida. Si ésta se toma como el "deber de buscar a otra(o) activamente para aplacar el dolor de la pérdida", lo que habitualmente ocurre en forma algo apresurada y frenética, el resultado suele ser un desastre: a la idealización y alivio iniciales sucede una rápido y forzoso "aterrizaje" en el que la nueva "adquisicíón" pierde al ser comparada con la pareja anterior... con lo que el clavo no-sacó-al-clavo. Es probable que a este tipo de reacción defensiva maníaca se refiera alegóricamente el mito mágico medieval del "filtro del amor", pócima que tras ser bebida provoca el enamoramiento automático del sujeto de la primera(o) que vean sus ojos...

Sin embargo, el dicho puede entenderse de otra manera. Probablemente el recuerdo y la necesidad del otro(a) que perdimos no deja de reverberar en nuestros corazones y mentes hasta que encontramos a otra(o) que llena esos espacios de manera satisfactoria. Pero el ecuentro con esa otra(o) debe ocurrir de manera espontánea y natural, desde nuestro ser más genuino, lo que exige paz y una buena capacidad de introspección para leer los propios afectos. En ese sentido "sólo un clavo saca definitivamente a otro clavo"; pero entonces tal aseveración debe entenderse sólo como eso: una aseveración; no como un consejo que modifique radicalmente nuestra conducta y nos conduzca a una denodada búsqueda por un(a) sustituto(a), puesto que el resultado suele ser paradójico.

Saludos, F. ;-)

domingo, octubre 01, 2006

Te quiero, pero...


La idea de escribir acerca de esto surgió de improviso, motivada en mis interminables conversaciones con A. en busca de respuestas para entender las complejidades de las interacciones humanas y, en particular, las del amor. Lo que viene no lo he fundamentado en lecturas, sino en mis propias reflexiones. Probablemente el tema ha sido tratado con mayor profundidad por más de algún autor por mi desconocido; pero espero que la falta de estudio sea compensada por el valor de la experiencia....

Afirmaría que en las relaciones interpersonales existen sólo dos variables fundamentales: el amor (cariño, afecto) y el poder. Las relaciones de pareja no son una excepción a esta regla, sino que muy por el contrario, presentan ambos elementos en mayor grado de intensidad que el apreciado en las restantes formas de relaciones sociales.

Poner el poder en un nivel de importancia similar al del amor en la construcción y desarrollo de las dinámicas de pareja, podría sonar "políticamente incorrecto" y provocar resistencias en algunos. Sin embargo estoy convencido de que no sólo son equivalentes en importancia, sino que completamente interdependientes, coexistiendo en un delicado equilibrio.

En el acercamiento a otro hay, sin duda, un conflicto de poder, además de los afectos involucrados. Cuando declaro, en general implícitamente, mi necesidad del otro: "yo te necesito" (enorme variedad de actos, e.g: una invitación telefónica), me vulnero y arriesgo. Es precisamente el tipo de conducta que un Nietzsche habría condenado, pues permite el fortalecimiento del otro a costa de la propia debilidad, situación no infrecuente. Sin embargo este tipo de reserva impide el desarrollo de una relación emocional profunda con otro, o la limita sólo a aquellas situaciones asimétricas y viciosas en que sólo uno (el otro) se vulnera. El riesgo de la declaración es, por supuesto, una respuesta negativa del tipo "yo no te necesito" (con variados grados de explicitud), provocando un debilitamiento del poder del primero y restringiendo el afecto. Pero el riesgo de vulnerarse es el precio que se paga por la posibilidad de obtener una gran conquista: que el segundo declare a su vez su necesidad del primero, equilibrándose así el poder, y creándose un nuevo puente, de mayor intimidad, que antes no existía. En esta situación quien primero se entrega no sale derrotado sino gratificado, y doblemente; gratificado por el nuevo vínculo creado y por el éxito de su valiente gesto de entrega.

Con esta perspectiva, ante el anhelo de acercarse a otro, responsabilizarse por el acercamiento a éste puede entenderse como un deber personal, y entregarse, un acto de valentía; en tanto que cobardía una evasión de dicha responsabilidad.

Con esta actitud el individuo gana seguridad y confianza en sí mismo, para poder crear nuevos vínculos o niveles de vínculo, y superar con mayor facilidad las frustraciones de sus derrotas (estocadas sin la armadura puesta), que al menos permiten conservar la dignidad y la paz de haber intentado el acercamiento. Es entonces cuando aprende que en el entregarse a otro hay mucho más para ganar que lo que hay para perder...

Es claro que las relaciones de pareja, y todas las demás por extensión, no suelen ser absolutamente simétricas en cuanto al nivel amor-poder que tiene cada uno respecto del otro, sin significar esto que el vínculo se rompa. En algunos casos el equilibrio se mantiene en dinámicas de franca dominación v/s sumisión; pero creo que el tipo de relación más amorosa y saludable, con mayor grado verdadera intimidad, se consigue cuando existen niveles simétricos de poder.

domingo, agosto 13, 2006

Hay algo que sí sabemos...


Hace unos pocos días fuimos visitados por el Dr. Fred Wolf, apodado "Dr. Quantum", físico involucrado en el ¿documental? "What the bleep do we know?", que se estrena por estos días en Chile, pero que estaba ya presente hace algunos meses, cómo no, en sus versiones pirata.

Para los que no vieron la película, trata respecto de la vastedad de aspectos de nuestra realidad que nos son desconocidos y de cómo los rígidos paradigmas científicos occidentales previos a la teoría cuántica (inaprehensible para los legos) fallan en explicar fenómenos naturales maravillosos que pueden parecer inverosímiles sin las concepciones nuevas. Se basa luego en lo anterior para justificar una perspectiva no determinista del universo y de la vida humana, según la cual los seres humanos podemos efectivamente tomar decisiones no-mecánicamente-condicionadas-y-predecibles, que cambian constantemente nuestro "destino"; todas posibilidades que son el resultado de la composición cuántica de nuestro cerebro, con procesos atómicos y subatómicos regidos por las leyes del caos.

El tema anterior es sin duda interesante y da para largas reflexiones, citas y debates; sin embargo ha habido numerosas críticas para con la película, a las que me sumo. Y es que los temas mencionados son tratados con una pasmosa falta de profundidad y solemnidad, que le dan al conjunto total de la película un aspecto más o menos parecido al de un programa televisivo de ciencia entretenida para niños, pese a la aparente calidad de los científicos participantes, cuyos conocimientos podrían haber sido mucho mejor aprovechados. El hilo conductor es la innecesaria y efectista historia de una mujer sorda en medio de una crisis existencial, que no aporta nada a las ideas expuestas en el filme, y además una de las entrevistadas es una especie de medium cuyo discurso carece totalmente de contenidos coherentes y que reemplaza esto mediante frases clichés y una actitud que busca impactar al entrevistador.

La incongruencia entre la profundidad de los temas enunciados y la forma en que los trata el filme, es encarnada por el personaje del "Dr. Quantum", cuyo nivel de entusiasmo casi hebefrénico relega a un segundo plano a los argumentos en sí mismos. Sin mucho esfuerzo es posible imaginarlo dirigiendo un grupo scout o animando cachureos. No es que no dijera nada valioso (como la medium), sino que la forma en que lo hace termina por quitar le credibilidad en vez de aumentarla. El resultado es de un efectismo burdo y lamentable, completamente innecesario dado el atractivo propio de los temas tratados. El mismo apodo de "Dr. Quantum" tiene algo excesivamente histriónico y kitsch... como de supervillano de un cómic de los 70', más ad hoc para alguien con las megalómanas y descabelladas ideas "cerebro" para conquistar el mundo. Totalmente disociado de temas científicos y filosóficos de envergadura, como el determinismo v/s el libre albedrío humano. Ni siquiera parece autodenominarse así en el sentido irónico humorístico de un antihéroe, como Homero Simpson vistiendo la camiseta de superman sabiéndose Homero Simpson, sino que genuina y candidamente asumiendo el rol de un personaje especial; quedando con el aspecto final de un pseudo-héroe, que es algo definitivamente peor...

Por lo tanto, hay algo que sí sabemos. Dr. Wolf, sépalo Ud. también: El tema nos interesa profundamente, pero su parafernalia tipo "circo de PT Barnum" definitivamente no. Si quiere aprovechar mejor sus habilidades, quizás consiga trabajo en el comando de Lavin.

viernes, agosto 11, 2006

¡Por fin parió la yegua!


Comienzo este jornal con una reflexión inevitable: ¿Para qué escribirlo?

Creo que fue la falta de una respuesta adecuada para esta pregunta la que me mantuvo abstinente (de escribir) en un tiempo en el que ya tenía un irremediable interés en hacerlo. Y es que nos mete de lleno en el tema de las múltiples aplicaciones del Blog como medio y las diversas motivaciones para publicar uno: histriónicas, narcicistas, obsesivas, fanáticas, sensiblero-frutillosas, políticas, contraculturales, idealísticas, publicitarias, megalómanas, proselitistas, necesitadas de estimación, ¿altruistas?, fóbicas sociales, propagandísticas, psicóticas o una mezcla de todas ellas y otras… pero jamás sólo-personales, del tipo “diario de vida”. Eso no. Un medio escrito se publica para que eventualmente un otro lo lea. Si no, es cosa de mantener un cuaderno con tus notas bajo llave en casa, obvio.

Las mías son encontrar a otros que tengan intereses similares, para compartir palabras y mundos de ideas (también algunas estupideces) con ellos, y por otro lado, dejar un registro de mí para el futuro tipo "cápsula del tiempo", de ahí la foto...

Lo primero es interesante. Este medio, como ningún otro, permite generar redes de contactos con intereses compartidos, independientemente de las distancias físicas, las diferencias sociales, étnicas o culturales, el escaso tiempo que dejemos en nuestra acelerada vida para una buena conversación, o el mero azar de no encontrarse jamás en la vida aunque vivas a una cuadra de distancia… todas barreras que en la cotidianeidad nos suelen impedir un mayor conocimiento de los otros.

Lo segundo tiene que ver con cimentar algunas de mis ideas dejándolas por escrito, con reconocerme en el futuro mediante estos registros del pasado, pero también con la fantasía (ultra-narcicista, lo sé) de que alguien, si es que se interesa, sepa de mi o de mis ideas cuando ya no queden muchos rastros de mi personalidad o de mi "identidad biológica". Me habría encantado contar con un Blog de mi abuelo, a quien conocí escasamente, para saber más de él… y de mi bis y tatarabuelo también ¿por qué no?. Probablemente esta última fantasía es más fuerte en quienes no tenemos una labor o vocación creativa, como artistas, arquitectos o escritores, cuyas obras son improntas de sí mismos que trascienden su vida (en una de esas el blogspot se cae y borra por completo a fin de año, incluyendo esta cháchara… pero creo que el experimento vale la pena de todos modos).

¿Por qué el título? Porque recordé en medio de mis cavilaciones la famosa serie Star Trek, esa en la que la nave Enterprise surca el universo en busca de nuevas culturas; es decir, e ideal descubridor renacentista llevado al extremo... excelente alegoría para la exploración del mundo de las ideas, además de resultar irresistiblemente pop!.